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Judaísmo
helenístico
El judaísmo helenístico nació del encuentro entre
la tradición religiosa hebraica y la cultura helenística, que se hace
remontarse en general a las conquistas de Alexandre el Grande [1]. Este judaísmo es la causa de
la comunidad, hoy casi desaparecido, Romaniotes.
Historia
A
lo largo de la historia animada del Creciente fértil, se supió
y desplaza a los Israelíes, que se encontraban sobre los puntos de paso que
constituían Siria y Palestina, en sucesivas ocasiones. El exilio en Babilonia, de
587 a 538 antes de nuestra era, puso de manifiesto con este motivo que el
judaísmo podía seguir su existencia independientemente de la Tierra de Israel y
el santuario de Jerusalén.
Después
del edicto de Cyrus (538 antes de nuestra era)
todos los Israelíes no volvieron de nuevo a Palestina, y por ello nació
el judaísmo de la diáspora
(“dispersión”). Después cerca de dos siglos bajo el Lagides sin
choques principales, la soberanía del Séleucides ve nacer
conflictos entre los Judíos que pretendían recuperar a su autonomía territorial
en Palestina, y a los soberanos helenísticos que, por su parte, no dejaban de
gravar incluso e, según las libras de los Fiambres de perseguir los Judíos.
Especialmente
floreciente en el Egipto
de los Ptolémées, y probablemente
mayoritario en el resto de la diáspora judía en esta época, el judaísmo helenístico encuentra
una recepción más mitigada en Judea propia. La rebelión de los Maccabées
contra Antiochos IV del Séleucides se conmemora oficialmente, en la
fiesta de Hanoucca, como la victoria del judaísmo sobre
el reconstruccionismo helénico, aunque los propios
reyes asmoneos se inspiraron
posteriormente en los métodos griegos de administración de la ciudad. El Asmoneos controlan su reino como príncipes griegos,
llegando hasta tomar el título de basileus.
Desde
el siglo III antes de nuestra era, la diáspora
judía considerablemente se había desarrollado en Egipto, tanto demográficamente
como económica y culturalmente: Alejandría en el delta del Nilo se
volvió uno de los centros más importantes. Había a obtener los mismos derechos
civiles que los Griegos y a participar en los privilegios urbanos. No hubo
completamente, sino gozó sin embargo de un estatuto jurídico privilegiado de religio vendido en subasta,
con autonomía limitada para su comunidad: un estatuto más ventajoso que el de
los autóctonos
egipcios. Se atrajeron así los celos de la población rural
egipcios, en gran parte privada de sus derechos: un fenómeno tan recurrente en
la historia del pueblo judío, que los episodios de persecución y expulsión. La
comunidad judía consideraba siempre Jerusalén y su templo como el centro de su
religión había el impuesto del Templo, a la gran cólera de las autoridades y
poblaciones locales.
Al
mismo tiempo, el judaísmo tenía que defenderse contra la acusación de ser una
superstición oriental y una religión de nómadas primitivos. A principios del
siglo I
un intermediario que importa entre la ley judía y el pensamiento griego fue Philon de Alejandría,
después de precursores como Aristobule y el pseudoAristée.
Presentaba el judaísmo como una religión antigua y respetable que, por su monoteísmo,
se concedía mejor que el Olympe politeísta a filosofía
de Platón o Aristóteles.
Como
era a veces difícil hacer admitir a los Griegos las leyes religiosas judías, Philon intentó representarlos como modelos de moral y
virtud, conceptos que los Griegos conocían y apreciaban. Esta es la razón por
la que Philon hablaba en alguna manera de una “circuncisión
del corazón”, que restaba los defectos y los malos instintos en favor del
control de sí mismo y de la promoción de la virtud.
Otro
autor que importa al final de este siglo fue Yossef ben Matityahou, jefe de guerra e
historiador, conocido más tarde bajo el nombre de Flavius Josèphe.
Para él también, el objetivo era defender el judaísmo contra los prejuicios
antiguos y representarlo como una religión virtuosa. El espíritu en el cual
escribió su historia
del judaísmo, de los orígenes hasta su tiempo, era el de un
pensamiento helenístico encendido.
Por
otra parte, distintos escritos nos llegaron que presentan un carácter ético y
moral (por ejemplo los Oráculos sibilinos o el poema de maximes
del PseudoPhocylide) o también de los textos que
parecen también especulativos o apocalípticos (a veces estos dos caracteres son
mezclados). Es necesario constatar que el hellénisation
del judaísmo no estuvo sin encontrar resistencia: numerosos autores judíos
respetaban estos compromisos con el espíritu del siglo como una verdadera
apostasía de la verdadera fe, y contaban que Dios vendría a juzgar a su pueblo.
Entre
sus contemporáneos no judíos, el judaísmo helenístico contaba adversarios, y
también un gran número de compadeciéndose (se los llamaba de “Temiendo-Dios”), o incluso
de convertidos (se los llamaba de los prosélitos), hasta en los medios fáciles
y cultivados. La conversión era más fácil para las mujeres que para los hombres
adultos, que repugnaban a la circuncisión y permanecían al estatuto de “que
temía-Dios”.
En
la abundancia judaica del tiempo (esséniens, fariseos, sadducéens,
zélotes y tanto
de otros), no es fácil distinguir cuál (s) profeta (s) dio (o dieron)
nacimiento al personaje bíblico de “Yeshua, el mesías” (es decir, lo Unta), ni cómo se helenizó a este personaje
en “Yisus, a christos” (Jesucristo),
ni cómo el judaísmo helenístico ha terminado por dividirse en cristianismo, síntesis del
judaísmo y el reconstruccionismo helénico, y en judaísmo rabínico.
Según los Hechos
De Los Apóstoles, los misioneros cristianos como Pablo evangelizaban
sobre todo en los círculos de “craignants-Dieu” y de prosélitos. La renuncia a la circuncisión fue
ciertamente un factor de éxito de su predicación.
Después
de la sede de
Jerusalén del año 70 y sobre todo después de la Rebelión de Bar
Kokhba, el judaísmo helenístico conoce
una lenta decadencia cuyo proceso permanece no hecho caso, pero el desarrollo
del cristianismo
antiguo contribuyó probablemente a su marginalización, ya que es
sobre todo en sus filas que se reclutaban los nuevos convertidos.
Por
su parte, el judaísmo rabínico tomó cada vez más sus distancias con sus ramas helenísticos,
prohibido el uso del Setenta y se confió exclusivamente a sus fuentes hebraicas
y arameos. Es para eso que prácticamente todos los escritos del judaísmo
helenístico nos llegaron por manuscritos y Códice cristianos.
Tras
volver progresivamente minoritario, el judaísmo helenístico dura sin embargo en
todo el Imperio
romano de este, dicho “bizantino”, en las comunidades romaniotes hay de
Italia del sur a Egipto, y enjambra detrás de los pasos de Bélisaire,
hasta en España y
en Septimanie (a Narbonne),
y, en el siglo XI, más al norte a Maguncia. El Romaniotes difunden así su cultura y su arte en las nuevas
comunidades de Occidente, ashkénazes (es
decir, “alemanas”) y sefardíes (es decir, “españolas”) [2]. La conquista musulmán todo el
hay probablemente una decadencia irreversible del judaísmo helenístico,
solamente el rabínico siguiendo su existencia en los judíos árabes, que tienen
el estatuto de Dhimmis (“protegidos”) en el mismo
concepto que los cristianos
orientales. Cuando los cruzados, en 1099, entran en Jerusalén, hay
indistintamente, a pesar de las promesas de clemencia, a los habitantes tanto
musulmanes como judíos y cristianos. Si seguía siendo entonces algunos judíos
helenísticos fuera del Imperio bizantino, este episodio señaló su final.
En
el Imperio otomano,
que, en el siglo XIV, se substituyó al
Imperio bizantino en los Balcanes y al Oriente Próximo, el Romaniotes tan se
volvieron cada vez más rabínico, sólo guardando del reconstruccionismo
helénico la lengua yévanique. Pero después de la expulsión
del Sefardíes de
España, cuyo gran número se refugió en el Imperio otomano, mucho Romaniotes pasaron al ladino como lengua
litúrgica, y al español
judéo como lengua corriente. en el
siglo XX, es en Grecia que subsistía la
mayoría del Romaniotes, pero el empleo de este país por las
potencias del Eje se
tradujo en el genocidio del 86% de ellos. Numeroso Poco, los supervivientes
tienen por la mayoría emigrante después de la guerra civil griega (1945 - 1949) y la
creación del Estado
de Israel (1948) hacia los países anglófonos o Israel. El
judaísmo helenístico es, en el siglo XXI,
un recuerdo histórico.
Producción
literaria
Numerosas
obras dan prueba de una intensa actividad intelectual:
El
fechado de estas obras, al igual que el de los Evangelios canónicos, es
dudoso y controvertido. No se puede sino constatar, por ejemplo, que Flavius Josèphe paráfrasis el Primer
Libro de los Maccabées y la Carta de Aristée, su reparto valor histórico y les es pues
posteriores.
El
judaísmo helenístico creó sinagogas donde la influencia griega es notable como
la de Hammath cerca de Tibériade (siglo IV) o el de Beth ALFA (siglo VI)
donde se puede ver de los mosaicos que representan el zodíaco y a dios del sol Helios.
Judíos del Egipto helenístico y romano e Historia de
los Judíos en tierra de Israel
Notas
y referencias
1.
↑ Entrada “Reconstruccionismo
helénico”, Diccionario
enciclopédico del judaísmo [detalle de las ediciones], 1996, pp
457-458.
2.
↑ Benjamin de Tudèle (Siglo XII) informa de la presencia de Judíos en Corfú, Arta, Aphilon, Patras (de
la cual es originaria la familia de Sabbataï Tsevi), Corinto, Tebas, Chalcis, Salónica, Drama, Constantinopla (dónde los cruzados se
descompone de verlos por todas partes en ciudad, y a veces en armas), y también
en Occidente, en Venecia, en el valle del Rin y en Languedoc dónde
se encuentran patronímicos de origen romaniote como Kalonymos, Chryssologos, Margolis, Mellinis, Nassis.
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